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Julia Rufo Alcaide

1882 Higuera de la Sierra (Huelva) – 1.985 Nerva (Huelva). Sirvienta, mujer solidaria que recogió a moribundos “mal fusilados”


Tomada del artículo Nunca faltaron flores... Julia Rufo

NUNCA FALTARON FLORES… Julia Rufo, La historia de una mujer que en el anonimato, desde joven se acercaba por la noches al cementerio de Nerva. Cama Digital

Reseña NUNCA FALTARON FLORES de Carmelo Rufo Fernández. Melquias de Gossan

NUNCA FALTARON FLORES… Julia Rufo, La historia de una mujer que en el anonimato, desde joven se acercaba por la noches al cementerio de Nerva

Tomado de https://www.camasdigital.es/julia-rufo-nunca-faltaron-flores-camino-del-cementerio-minero-hasta-que-murio-en-honor-de-los-fusilados-por-los-franquistas/ vista el 26/07/2021.

Sep 14, Cama Digital.

La historia de una mujer que en el anonimato, desde joven se acercaba por la noches al cementerio de Nerva después de las ejecuciones, para ver si alguien había quedado con vida malherido… hasta que murió hace unos años y en plena dictadura siempre puso flores donde las tropas fascistas fusilaron a cientos de mineros de la Cuenca Minera de Riotinto, en el camino que conduce al cementerio de Nerva.

Era noche cerrada, oscura, triste… Las calles estaban desiertas. En ellas se respiraba angustia, miedo, desesperación. Una sombra furtiva se desplaza sigilosa por entre la penumbra, buscando el rincón más oscuro para que su presencia no fuese descubierta por aquellos que sisean, armas al hombro, bajo la ínfima luz de un cigarro en la esquina.

La sombra, al igual que su dueña, era pequeña; Julia era su nombre, el nombre de la persona que se escondía y avanzaba sigilosa por entre las calles de Nerva. Poco antes de que oscureciera aquel día, Julia había llorado, había apretado los labios y los puños, con la impotencia del que ve como la barbarie actuaba en forma de detenciones sin sentido. Bien sabía Julia que aquellas personas no pasarían la noche en el calabozo, ni en dependencias del ayuntamiento.

Ella había visto el camión aparcado y sabía que en él habría gente que daría un último y corto viaje. ¡NO! No iba a permitirlo; algo tenía que hacer… Ella estaba acostumbrada a luchar, a enfrentarse a muchísimas dificultades desde que naciera allá por el año 1882 en Higuera de la Sierra. Ella se había enfrentado a la vida y a la época siendo madre soltera; sabía bien lo que era pasar calamidades, penas e injusticias; y aquello que había ocurrido le quemaba por dentro, la ahogaba como los humos de las teleras de cuando ella era pequeña.

No podía quedarse tranquila en casa en aquella noche cerrada, oscura triste… Julia estaba cerca de su destino. Le pareció adivinar la sombra de la vieja tapia del muro. Sabía perfectamente por donde iba a entrar. Lo haría por la parte donde el muro tenía menos altura, debido a un pequeño derrumbe que aún no habían arreglado.

A pesar de su determinación y arrojo; Julia necesitó detenerse antes de saltar. Le faltaba el aire, el corazón parecía volar en su pecho. Fue entonces cuando se acordó de su familia, aquellos por los que tanto había luchado… ¿Qué les pasaría si le cogían allí dentro?. Durante unos segundos, Julia vaciló; estuvo a punto de dar marcha atrás, pero con un silencioso y hondo suspiro se repuso y decidió hacer lo que había venido a hacer.

Saltó la tapia y al caer se quedo inmóvil, abriendo los ojos hasta que le dolieron; intentando oír algo, rezando para que ninguno de los del arma en el hombro estuviera por allí. Sus pasos se hicieron más lentos; su menuda figura más pequeña; y fue avanzando hasta la maldita fosa; el “bujero” como le decía ella. Allí, las balas disparadas por la sin razón, por las mentiras, por las envidias, por el odio; habían masacrado, aniquilado las vidas, los sueños… Julia estaba paralizada, se dio cuenta de que no sabía qué hacer, como seguir. Recordó que se había prometido a sí misma ir hasta cementerio en plena noche para ver si alguien había quedado con vida.

Ella sabía que al día siguiente serian sepultados; y que si alguno daba señales de vida le darían “el tiro de gracia”. Julia palpaba los inertes cuerpos. Sentía como sus manos se empapaban de un tibio liquido que reconoció por el olor…SANGRE. Reconocía las caras lívidas, a pesar de la oscuridad… Fernando, Pepe, Ramón… Si, los conocía a todos… Desesperada, Julia comenzó a llorar cuando vio que no podía mover todos los cuerpos que grotescamente se habían apilado en “el maldito bujero”.

A punto estaba de desistir cuando un gemido ahogado, casi de inframundo llegó a sus oídos… ¡SI, había alguien vivo! Doblo sus esfuerzos sacándolos de Dios sabe dónde y logró sacar al mal herido de la fosa. No tenía nada con que aliviar el dolor de aquel hombre, solo sus palabras, con las que intentaba, al menos, tranquilizarle. Se rasgó la larga falda del vestido que llevaba y con los jirones de tela que obtuvo pretendió taponar la herida que identificaba mas por el caudal de sangre que por otra cosa.

No podía hacer nada más allí… A duras penas, y a pesar de su poca corpulencia, logro llevar a aquel hombre hasta la hilera de nichos que había cerca, y dejo al herido en uno de ellos. Volvió sobre sus pasos, pero ya sin la lentitud y precaución del principio, y llegó sin aliento a las primeras casas del pueblo. Procuro tranquilizarse, respiro hondo y se encamino a la casa del herido que había dejado en el cementerio.

Tras el postigo de aquella pobre puerta se “barruntaban” gemidos y llantos de niños que se mezclaban con suspiros de una mujer apenada. Más que llamar o tocar en la puerta; julia la araño como un gato hasta que sintió como la “tranca” del postigo caía casi sin hacer ruido. Al abrirse este la tenue luz del interior casi cegó a Julia; acostumbrada ya a la oscuridad aquella noche. “Antonia; no te asustes; soy Julia Rufo”, dijo Julia calmando a la inquilina de la casa. “Ay Julia, ay, que pena más grande” sollozó Antonia, a modo de respuesta. “No llores más, mujer. Juana- dijo Julia dirigiéndose a la madre de la afligida esposa del herido- lleve usted los niños a la habitación”. Cuando se quedaron solas, Julia le explico lo que había hecho, le contó a su vecina donde podía hallar a su marido. La esposa de este, junto a su cuñado fueron al sitio que les indico Julia desde la misma tapia; y luego Julia se marchó a casa.

Lo que restó de noche la paso sin dormir. Limpiando la sangre de sus manos y ropas. Mirando a su hijo que dormía plácidamente ajeno a todo. Cuando el sol empezó a alumbrar la “tierra colorá” Julia suspiraba asomada a la pequeña ventana de su humilde casa. Ella estaba viendo un nuevo amanecer, y alguien, escondido Dios sabe dónde, estaría viendo un nuevo amanecer gracias a ella

Esta historia que acabáis de leer, podría haber ocurrido tal que así. Julia existió, su nombre era Julia Rufo Alcaide ( Higuera de la Sierra 1.882- Nerva 1.985). Su bisnieto es mi amigo y compadre Carmelo Rufo, sí; Carmelo “el de El Época”, a quien por cierto, aún no se le ha nombrado hijo adoptivo de Riotinto, dicho sea de paso. que habla de su abuela Julia (nunca le dice bisabuela, que es lo que era) con cariño y orgullo.

Recuerda Carmelo como su “abuela” le contaba esta parte de su vida en la que se jugaba la vida para ir a ayudar y socorrer a los posibles supervivientes de los fusilamientos en Nerva (de uno u otro bando). Ella no miro si eran republicanos o falangistas. Carmelo se emociona cuando recuerda como algunos ancianos de Nerva le aseguraron, al cabo de los años, de que aquellas historias eran verdad; y que no fue una sola vez…Julia repitió aquello en varias ocasiones, sin importarle su seguridad y poniendo en riesgo su propia vida. Recuerda incluso , como a su casa en la década de los 70 , llegaban paquetes con regalos en Navidad.

Eran regalos de aquellos que Julia salvó y sacó de las fosas en Nerva antes de que los enterraran pensando en que estaban muertos. ¿Os imagináis lo que esta buena mujer sentiría cuando sacaba alguien vivo de las fosas? ¿Y qué pensaría cuando no había supervivientes? ¿Cuántas familias no sufrieron gracias a Julia Rufo? Considero que esta es otra historia que ha de conocerse por los habitantes de la Cuenca Minera. A su bisnieto, Carmelo, le agradaría saber si alguien más recuerda aquello que realizó su bisabuela jugándose la vida. Yo le he dicho que quizás; ¿Quién sabe?; algún familiar de alguna de aquellas personas podría leer esto, y por qué no; podrían reunirse para hablarlo y recordarlo. Si eres una de esas personas, no dudes en ponerte en contacto.

Creo de verdad que Julia Rufo nos dejó una gran enseñanza sin saberlo…”Que más da nuestras ideas, nuestros pensamientos, creencias o afinidades…Somos vecinos y deberíamos ayudarnos los unos a los otros para así lograr que esta “tierra colorá” salga adelante…” La historia de Julia Rufo merece ser recordada y conocida. Madre soltera en aquellos años… perdió a un hijo… otro hijo suyo estuvo escondido casi tres años en los montes, y ella le llevaba comida y ropa a hurtadillas

Reseña NUNCA FALTARON FLORES de Carmelo Rufo Fernández

Tomado de https://labibliotecadeurium.blogspot.com/2021/01/resena-nunca-faltaron-flores-de-carmelo.html vista el 26/07/2021.

Enero 29, 2021 Melquias de Gossan, bibliotecario de “La Biblioteca de Urium”.


-Título: Nunca Faltaron Flores

-Autor/es: Carmelo Rufo Fernández

-Editorial: Niebla

-Año de Publicación: 2018

-Género: Biografía

-Nº de Páginas:127

Sinopsis

Según el prólogo del libro, escrito por Carmelo, autor de ésta biografía y bisnieto de la protagonista, Julia Rufo Alcaide fue: “Una mujer que vivió en una época muy dura de la España de entonces, pero muy por delante de ese tiempo, con pensamientos más de la época actual.” Julia, según su bisnieto, “dedicó parte de su vida a ayudar a otras personas sin importarle raza, ideales políticos, ni clase social.” Esta es la historia de una mujer luchadora, una mujer fuerte y de gran corazón que le tocó sufrir unas circunstancias que ningún ser humano se merece vivir.

Presentación del Libro

El libro “Nunca Faltaron Flores” es una pequeña biografía de Julia Rufo Alcaide, escrita por su propio bisnieto Carmelo Rufo Fernández y, aunque sea breve, el autor detalla con todo lujo de detalles la historia de esta “menuda” mujer a través de los recuerdos y vivencias que la propia Julia le contaba cuando era pequeño, tanto a él como a su hermano Floreal y a sus tíos, Esteban y Encarna.

La historia de Julia comienza en el año 1.882, en Higuera de la Sierra, con su nacimiento en el seno de una familia muy humilde y trabajadora que vivía en una chabola y que se dedicaban a las labores del campo. Julia era la mayor de siete hermanos y desde muy pequeña tuvo que dedicarse a las tareas de la casa y a cuidar de sus hermanos menores.

La pequeña Julia, tan curiosa e inquieta como era, al ver la situación familiar, pronto sintió la necesidad de salir a explorar mundo y encontrar una trabajo con el que ayudar a sus padres y a sus hermanos y, a la edad de quince años, Julia parte hacia Sevilla, con el beneplácito de sus padres, Tomás y María, para trabajar interna en la casa de don Antonio y doña Lucía, donde cuidaría de los niños de los señores y realizaría las labores de la casa.

Un año después, comenzaría el calvario de Julia que la convertirían en la gran mujer que hoy conocemos gracias a “Nunca Faltaron Flores”…

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Pros y Contras

-PROS:

· Es una biografía apasionante que te llega al corazón por la crudeza y el realismo de los acontecimientos que se relatan en ella y la gran valentía que demuestra Julia cada vez que la vida le pone una piedra en su camino.

· El libro te engancha y, al ser tan breve y de fácil lectura, en dos o tres horas os habrás leído tranquilamente.

-CONTRAS:

· El único “pero” que podría ponerle es en la forma en la que está escrito, aunque el por qué de esto, Carmelo lo explica muy bien en las presentaciones del libro.

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Conclusión

La vida de Julia es una historia que parece escrita para una película, pero, a diferencia de ellas, esta historia es una historia muy real.

Nunca Faltaron Flores” relata la historia de superación de una mujer. Una historia en la que el sufrimiento y el dolor no paran de aparecer en cada esquina, en cada párrafo, pero, a la vez, la sonrisa de Julia ilumina todos esos momentos oscuros de su vida, demostrando una gran valentía y una fuerza colosal, incluso, para enfrentarse a un enemigo tan poderoso como puede ser su propio corazón.

Sin olvidar, que nunca faltaron esas flores en el camino hacia el cementerio de Nerva para honrar la memoria de aquellos fusilados que murieron inocentemente.

Ojalá muchos de nosotros tuviéramos esa valentía de Julia. Ojalá, con la lectura de este libro, nunca falten flores en nuestra memoria y en nuestros corazones para esa pequeña mujer llamada Julia Rufo.

Recomendable 100%