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María Josefa Fernández de Rábago.

Cádiz 1775-1861. Benefactora y Junta de Damas de la Sociedad Económica de Amigos del País de Cádiz.

Tomado de Cádizpedia . http://cadizpedia.wikanda.es/wiki/María_Josefa_Fernández_de_Rábago Página vista el 20 de Enero de 2012

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Mª Josefa Fernández de Rábago O'Ryan, había nacido en la ciudad de Cádiz el 19 de octubre de 1775. Era hija del primer marqués de Casa Rábago y regidor perpetuo de Cádiz, Francisco Fernández de Rábago, natural de Lombraña (Polaciones) y de Mariana O’Ryan, natural de la isla de Mahón. Nada sabemos de sus años iniciales de vida, sí conocemos que fue la única hija que sobrevivió del matrimonio y que, por tanto, estaba destinada a heredar un nombre y una relativa fortuna, consistente en patrimonio inmobiliario urbano.

Las mujeres comprobaron muy pronto que, en la sociedad de ciudadanos, la respublica se configuraba como un asunto entre varones y que, para garantizar el orden social, la mujer debía permanecer en el ámbito privado siendo guardiana moral de la familia. Sin embargo, las mujeres no permanecieron impasibles ante este reducido margen de actuación y reclamaron para sí los derechos que amparaban a los hombres. No fue fácil el reconocimiento de tales derechos y, algunas mujeres, no resignándose a la invisibilidad de lo doméstico, hicieron uso de los márgenes que les otorgaban para acotar espacios públicos de poder e influencia.

Este es el caso de Mª Josefa Fernández de Rábago, titular del marquesado de Casa-Rábago, que fue presidenta de la Junta de Damas de la Sociedad Económica de Amigos del País de Cádiz, desde su fundación hasta la fecha de su muerte, ejerciendo una importante labor filantrópica en favor de las niñas y niños sin recursos de la ciudad. Sin duda tuvo como buen ejemplo a su madre Mariana O'Ryan, quien en tiempos de la Guerra de Trafalgar (1805) ofreció camas en su propia casa para los heridos durante la batalla.

Habrá que recordar que el acceso de las mujeres a las sociedades económicas no estuvo, en su día, exento de polémica, aunque la Sociedad gaditana había asumido, desde el principio, la posibilidad de crear una clase de damas en su seno de forma que, definitivamente constituida la matriz masculina en 1814, se iniciaron, seguidamente, los trabajos preparatorios para constituir la sección de mujeres.

A los veinte años, el 2 de diciembre de 1795, en la villa de Chiclana, contrae matrimonio con el coronel de infantería,Antonio de Artecona Salazar, caballero de la Orden de Santiago y de la militar de San Hermenegildo.

En tiempos de la Guerra de la Independencia ni ella ni su madre se van a sustraer a la llamada patriótica del momento e intervendrán creando, junto a otras compañeras, la Junta de Señoras de Fernando VII. La sociedad funcionaría cuatro años y en sus manos quedarían reservados trabajos de intendencia tales como procurar vestimenta a los soldados. Terminada la guerra, Fernando VII disolvía la asociación, al mismo tiempo que se mostraba agradecido y recompensaba la entrega de estas mujeres. En el año 1817 le fue concedido el distintivo del brazalete de oro con las iniciales de Fernando VII, instituido por el monarca dos años antes, como prenda de honor y gloria para recompensar los buenos servicios de aquellas señoras ilustres.

Corre el año 1817, y los integrantes de la Sociedad Económica gaditana comienzan los trabajos preparatorios para constituir la filial femenina y, de nuevo, los nombres de madre e hija aparecen desde los primeros intentos de constitución. La empresa no llegó a buen término, posiblemente, por los estragos que causaría una epidemia de fiebre amarilla desatada en la ciudad; las marquesas de Casa Rábago fueron de las pocas que se quedaron y contribuyeron a suavizar las desgracias de las enfermas internadas en el Hospital de Mujeres, contribuyendo a salvar las vidas de algunas de aquéllas.

En 1826, en un segundo intento, se constituye la Clase de Damas de la Sociedad siendo presidenta nuestra protagonista, nueva marquesa, recién fallecida su madre. Desde el comienzo y hasta su desaparición, Mª Josefa contó con el apoyo incondicional del resto de las damas que la reeligieron para el cargo que ocupaba.

Su ámbito de actuación fue la educación de las niñas pobres y el cuidado de los expósitos de la ciudad. En 1827 la Sociedad creaba un centro de instrucción femenina. La escuela tuvo un éxito inmediato al superar las matrículas previstas, de modo que tuvo que trasladarse a un local más amplio. Posteriormente el ayuntamiento creará tres centros más de instrucción femenina y dos de párvulos que coloca inmediatamente bajo la tutela de las señoras. Mª Josefa se ocupó con inusitado empeño en la supervisión de la educación de las niñas, hasta el punto que públicamente se hacía honor a su dedicación y desvelo.

El 28 de enero de 1828, la Junta de Damas con la marquesa de Casa Rábago a su cabeza, pasaron el corto tiempo antes de la ejecución de una mujer que había matado a sus dos hijos, para ofrecerle compañía y consuelo; prueba de otra de las actividades de las Damas añadida a la de la educación y hospedaje para los huérfanos.

En 1836, como presidenta de la clase de Damas de la sociedad económica de Cádiz, hizo presente a dicha corporación sus deseos de contribuir al alivio a los militares que con heróica constancia derramaban su sangre en la batalla en defensa de los derechos de la Nación. Para ello había pedido que se la autorizase para que seis de las alumnas que estaban a cargo de aquella clase, se dedicasen exclusivamente a la elaboración de hilas y costuras de vendajes con destino al ejército.

A pesar de ejemplos como el brazalete de oro de Fernando VII o del poema dedicado por el escritor Manuel Hernando Pizarro en el que elogiaba su bondad y sus actos filantrópicos, no todo era reconocimiento y felicidad en la vida de la marquesa. Muere su marido en 1829 y, poco más tarde, una hija y dos hijos dejando descendencia que pasan a su cuidado. De las cuatro casas que formaban parte del mayorazgo, la marquesa vende tres de ellas en1848 y convierte en vivienda la última, enajenando también la mitad de la misma. Recibe ayuda económica de una hija y de su hijo menor, Manuel, que hizo las Américas y le envía desde La Habana ayudas periódicas para solventar sus problemas de liquidez. Así vemos que a la hora de su muerte poco queda del pasado esplendor.

Mª Josefa se ha acostumbrado a vivir de forma austera, y por ello, dispone que la entierren sin boato; sin embargo, consciente del papel asistencial que ha desempeñado, dispone que una docena de niños del orfanato la acompañen hasta su última morada, portando una vela de media libra, siendo recompensados con dos reales cada uno. Así se hará el 10 de julio de 1861, en que a la edad de 86 años, fallece esta benefactora, primera presidenta de la Junta de Damas de Cádiz.

Bibliografía

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